7/21/2008

Con cuchara de plata


Quería dar el pecho a mi hija porque sabía que era lo mejor para ella, aunque después de un mes estaba harta de desabrocharme la camisa cada dos horas, de que me diera vergüenza que me miraran y de no sentirme bien. Ahora me da mucha pena, porque sé que esa falta de motivación y mi egoísmo provocó una escasez de leche que pronto dio paso a los biberones. Tuvimos muchos problemas para encontrar la tetina adecuada, pues la boquita de porcelana de Vera hizo muchos ascos a todas hasta que descubrimos las de Nuk. Pero la gran movida fue cuando llegaron las papillas, que en 1991 se introducían a los cuatro meses. No había manera de meter una cuchara en su boca. Compré todas las infantiles, redondas, curvas, torcidas, de goma... nada. Probé las de casa, grande, pequeña, más pequeña... nada. Entonces recordé que mi antiguo jefe nos había regalado un estuche muy cursi, todo entelado por dentro, con un cubiertito de plata que llevaba Vera grabado en el mango. La primera papilla que probó con esa cucharita fue devorada sin rechistar, y la segunda, y todas las demás. Supongo que el motivo fue su forma fina y estilizada, pero yo me convencí entonces, y lo corroboro ahora, que tenía una princesa en casa, una princesita de cuchara de plata.

No hay comentarios: