Hoy en la panadería estaban hablando de de bolsas confundidas en el sùper, anécdotas de ésas en las que te llevas el embutido de otro o alguien se lleva tu pescado sin querer. La conversación me ha hecho recordar dos que yo tuve parecidas en la etapa de Vera bebé:
La primera tendría la niña cuatro o cinco meses. Nuestra casa estaba lejos de la zona comercial, por lo que tenía que coger el coche para ir a la compra, era viernes y cargué cantidad de fin de semana, carne, pescado, fruta, verdura… todo en bolsas que llevaba colgadas de la sillita de Vera. Cuando llegué al coche dejé las bolsas en el bordillo de la acera para colocar a la niña en la silla del coche y plegar la sillita de paseo (por alguna razón quería meter ésta en el maletero antes que las bolsas). Acomodé todo, entré en el coche, arranqué y me fui… dejando la compra en la calle. Cuando quise darme cuenta (al llegar a casa) y volver no pude hacer nada más que lamentarme, nadie a quién pregunté había visto mis bolsas y no recuperé ni una naranja.
La segunda estábamos recién llegados a Barcelona y yo andaba liada con la decoración de la casa, volvía de encargar nuestras nuevas tarjetas de visita, de recoger los estores del salón y algún recadillo más, siempre con mi Vera a cuestas, que ya tenía año y medio. Aparqué el coche en la puerta, saqué a la niña y todos los bártulos y me subí tranquílamente a casa. Fue de madrugada cuando de repente recibimos una llamada de la policía preguntando por mí. Me había dejado el bolso en el salpicadero del coche con la cartera y el resguardo de las tarjetas de visita (de ahí el teléfono), obviamente unos cacos habían roto el cristal, cogido el bolso y tirado al suelo después de llevarse la cartera con toda mi documentación, que tampoco recuperé. Tuve que acompañar a los polis a la comisaría de guardia para hacer la denuncia, sola, pues Francisco se quedó cuidando de Vera. Me llevaron muy amablemente los agentes en su coche, en el asiento de los delincuentes, y estuve horas entre yonkis, prostitutas y otras especies de la noche barcelonesa esperando a ser atendida. Cuando volví a casa mi marido y mi hija dormían como angelitos… Menos mal que ninguna de las dos veces fue la niña lo que e dejé en la calle!
3/16/2009
Olvidos con secuelas
Etiquetas:
CN: Dulce Marion,
Cuadernos Naif
en 13:14 Publicado por n.magazine
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