Se acerca Carnaval, otra de las fiestas para vivir intensamente con los niños. En algunos coles promueven e incitan al disfraz casero para involucrar a toda la familia y no caer en el consumismo. Así fue siempre en el de mi hija donde, además, cada Carnaval giraba en torno a un tema específico.
El año en que los Cuentos invadieron la imaginación y el tiempo de los sufridos padres, mi Caperucita brilló con sus trenzas, una capa roja con capucha que me costó horas de sueño y su cestita, con bizcocho incluido.
Otro año se exageró un poco la idiosincrasia multiétnica del colegio y los niños llenaron el patio de Razas. Ahí Vera fue una irreconocible Africana con faldita de tiras de papel seda, hueso en el pelo, lanza y toda la cara pintada de colores.
Cuando trabajaron los Oficios ella escogió el de su abuelo paterno: Panadera, y los culpables de un éxito rotundo fueron el gorrito blanco, la cesta de panes y el delantal rotulado con “El horno de Vera”.
Desde entonces ha sido Campanilla, Hada, Vaquera, Cabaretera, Lisa Simpson y hasta un teléfono móvil, todos ellos creados con muy buena voluntad y pocos recursos, porque hacer en casa el disfraz de Carnaval no debe suponer trabajo o dinero en exceso, sino entretenimiento, risas y satisfacción para todos. Que la falta de tiempo no sea este año una excusa para no intentarlo, hacer un disfraz con los niños puede suponer varias tardes lluviosas de entretenimiento en casa!
2/16/2009
Manos a la obra
Etiquetas:
CN: Dulce Marion,
Cuadernos Naif
en 12:41 Publicado por n.magazine
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