11/08/2008

COMIDITAS


Los niños, como el resto de los humanos, no son perfectos. Unos duermen bien, otros comen de todo, unos caminan muy pronto, otros tardan en echar los dientes... pero todos, irremediablemente, se hacen mayores.
Vera fue una niña casi modelo, exceptuando su relación con los divinos alimentos. Ella salía del parvulario a las doce y volvía a las tres con el privilegio de comer en casa, donde mamá le preparaba comidita rica. Pero no sé si la decisión –condicionada por la circunstancia de que yo no trabajaba- fue buena, pues a cambio de una calidad de vida excelente para una niña de tres años hubo que soportar un calvario a la hora de comer que duró mucho. A la una tenía el plato en la mesa y su invariable cara de disgusto, a las dos y media llegaban las prisas y los enfados por no haber terminado. Nunca consentí que viera la tele comiendo e intentaba estar a su lado llevando una conversación agradable y de su interés, pero se aburría muchísimo y yo también. Cuando mi desesperación rozaba el límite me ocupaba en otras cosas, aunque controlando sus bocados, y entonces Vera, que era muy respetuosa y obediente, me pedía permiso para jugar con los deditos. Me daba tanta pena mi niña, con sus manitas inventando personajes y hablando con ellos, que conseguía ponerme de buen humor. Pero era muy frustrante que, aborreciendo la cocina, preparara cada día un plato distinto pensando en la buena nutrición de mi hija, intentando que fuese atractivo y con éxito cero. Un día mareó tanto la sopa que se la acabó tirando por encima diez minutos antes de volver al cole. Pido mil disculpas a quien juzgue mi reacción, pero la cogí por los pelos y la llevé a su habitación cerrando la puerta, para evitar una mayor agresividad por mi parte que no sé si hubiera podido controlar en ese momento. Así tuve tiempo de contar hasta... por lo menos cien, antes de abrir y comportarme como una madre políticamente correcta. Si tenéis niños mal comedores no desesperéis, cuando crecen comen fenomenal.

1 comentario:

Cristina Alemany dijo...

eso es lo que te viene a contar Carlos Gonzalez en su libro "Mi niño no me come". No obligar a comer pq comen lo que necesitan, no lo que tu crees que necesitan.