10/15/2008

DE ESTRENO



Aterrizamos en Barcelona en marzo del 93, recién celebradas las olimpiadas y con una Villa Olímpica prácticamente deshabitada. Al contratar el agua y la luz nos inscribieron como la familia número 75 de las 1.800 viviendas existentes, imaginaos el barrio fantasma que era. Los comentarios, sobre todo de la prensa, eran siempre negativos hacia las muchas expectativas que se habían puesto en el nuevo espacio y la poca aceptación por parte de los ciudadanos, que no se decidían a habitarla. Sin embargo, para nosotros fue una experiencia única, llegados de fuera no teníamos referencias ni prejuicios y sí muchas ganas de empezar una nueva vida, nada mejor que en un barrio totalmente nuevo. Vera y yo paseábamos por sus calles saludando a los pocos vecinos que encontrábamos, casi todos con bebés y deseando relacionarse. Un día nos pararon sin conocernos Rosa y Clara, mujer e hija de Andreu Martín, para que las niñas jugaran juntas en el mismo jardín (quién le iba a decir a Vera que, años más tarde ya en Coruña, sería lectora compulsiva de Flanagan). Así empezó mi hija a hacer amigos en Barcelona y nos ayudó a adaptarnos, de la mejor manera, a la cultura, el idioma y las costumbres catalanas. Fueron momentos tan espléndidos que, a pesar de la distancia, Francisco y yo mantenemos el contacto con muchos vecinos de aquella etapa, y Vera practica el catalán siempre que puede a través del "Tuenti", que le refresca sus amistades infantiles.

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