6/26/2008

Con el agua hasta el tobillo


Apagué la tele, las luces, bajé las escaleras y entré en la habitación de la niña para ver cómo dormía. Acababa de cumplir un añito y me parecía la más buena del mundo, aún lo pienso cuando la veo dormir. Me estaba lavando los dientes cuando escuché lo que parecía un grifo abierto a tope, salí al pasillo para intentar localizar el ruido pero me encontré con el suelo empapado y un tremendo chorro de agua caliente bajo la escalera. Se había roto una tubería general que pasaba por mi dúplex y era incontrolable. Francisco estaba de viaje y el instinto me llevó corriendo a por Vera, que se despertó asustada pero sin llorar, la cogí en brazos y salí de casa para buscar ayuda. Llevábamos poco tiempo allí y no conocíamos mucho a los vecinos, así que llamé a la primera puerta que encontré y, después de un ratito que me pareció eterno, abrió un señor muy estirado con batín de seda y el pelo revuelto. Pobrecillo, intentó taponar la tubería con el único resultado de acabar totalmente mojado, así que fue a buscar al portero al que también despertó, y ya éste cerró la llave de paso. El vecino volvió a su casa cuando vio que estaba controlado y el portero se dispuso a “barrer” todo el agua hacia el sumidero del baño. Senté a mi muñequita en un peldaño de la escalera y barrimos más de una hora, hasta que el suelo quedó seco. Acosté a Vera conmigo y no pegué ojo en toda la noche, ahora convencida de que tenía la niña más buena del mundo, que durante todo el incidente se limitó a observar muy calladita y a dejarnos trabajar. Qué susto...

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